viernes, 27 de junio de 2014

De tanto en tanto, me hacen bien las palabras. Ya no hay momentos que me lleven a ese momento.
¿Por qué ir ahí? ¿Qué quiero salvar? O mejor ¿Qué quiero decir? Todavía está ese mensaje indescifrable, ese propósito del comunicar.
Me callo porque no siempre hacen bien las palabras. De tanto en tanto. Y no puedo saber cual es tu tanto a menos que te diga algo.
Y no te lo digo. Qué espero? Como si existiese un final del mundo que me diera tiempo a comentarte una última cosa. Antes de dormir, pero definitivamente. Una espera encriptada en una falta de conciencia. Jamás hubiese admitido vivir con la esperanza. Es una antivida. No puede haber final de los tiempos concretos, deberé inventarlo otra vez para volver a sentir que es momento de hablar a duelo. Resultado de querer quedarme con la duda de tu respuesta final. Y todas tus respuestas son finales. Qué desgracia es la que nos han legado los utópicos. Tan desbordada de vida que no resulta un verdadero desconsuelo porque siempre hay algo más. Hay algo. ¿Hay algo?
Gana la seguridad de que habrá otro día y Ese día. Sin pensarlo como posible se diluye y se sigue. Así. Olvidando. Padeciendo. Pero si siempre todo lo respondo y no se cómo. No sé. ¿Cómo se hace? Te digo, me digo. Esperando contestarme. No me hacen bien las palabras. 

No hay comentarios: