martes, 5 de agosto de 2008

Si me permite daré mis mal nutridos argumentos sobre lo que aún no ha pasado ni ha de pasar. Fue que de alguna experiencia o sensación, evidentemente no soportable para el cuerpo, ha dejado huellas de una satisfactoria, alegre y hasta incomparable obsesión que sin dudas llevaría a cargo sobre mis espalda por la eternidad. Dos cosas que jamás ocurrirían, la obsesión con una profundidad igualmente mantenida y la eternidad; a no ser en la zona congelada de un texto de esta especie.
Sin embargo hay un punto interesante en estos enredos de imposibilidades concientes con las que se empuja el viento.
Me encuentro en condiciones de sospechar que en esas huellas hubo un estado ideal. Ese es el estado que extrañamos por las mañanas de diarios, almuerzos con pan, o madrugadas de alcohol caliente. Hablo de una chispa que se despertó, de quien sabe que neurona, poniendo en funcionamiento sentidos profundamente penetrables por objetos de los alrededores, desempolvando los restos de memoria para volver a ordenarla. Ese tipo de cosas señor que serían, en el caso de que existiesen prolongadamente, lo suficiente particulares y generalmente vacías de ley, no han acontecido realmente y tampoco estamos seguros de que vayan a pasar.
Ahora si debo disculparme por haber dejado escrito en este espacio algo que puede estar ocurriendo aquí mismo.

1 comentario:

Germán Uriarte dijo...

Paula vuelve al ruedo...
Necesito tu resurrección!
Como siempre, muy buena prosa, para pensar y repensar...